jueves, 30 de octubre de 2008

Carta de la nueva Madre General FMA


Queridas hermanas:

Al final de las elecciones del Consejo General, es una necesidad del corazón hacerme presente para agradeceros la cercanía, la oración, y el cariño que habéis manifestado de muchas maneras: telegramas, fax, email, power point, cartas y postales.
Como podéis comprender, no puedo contestar personalmente como querría, estando todavía en curso el desarrollo del Capítulo General, pero puedo compartir con vosotras el sentido de abandono y disponibilidad que he percibido como don del Espíritu, al pedirme si aceptaba ser Madre General de las FMA. He contestado, sin indecisión: Sí.
Cuando la tarea que nos espera es demasiado grande, no nos podemos echar para atrás porque Dios es el primer empeñado en llenar nuestra insuficiencia. Solamente la fe en la fuerza del Espíritu nos permite aceptar.
También me ha confortado la afirmación de Don Bosco: ‘Maria Auxiliadora es la verdadera Superiora’ yo sólo seré de Ella la vicaría. El Instituto está por tanto en buenas manos porque está en las manos de Maria.

Aquí estoy, para vosotras, queridas hermanas. Caminaremos juntas con confianza y amor, atentas a las señales que Dios pone en nuestro camino, para reconocerlo; disponibles a ser nosotras mismas signos para testimoniar que el amor del Padre puede transformar nuestra vida y abrirla a la esperanza, audaces en poner nuevas señales de amor preventivo para que las jóvenes generaciones tengan vida en abundancia.

Comienzo el servicio al Instituto con el signo de la gratitud a quien que me ha precedido como octava sucesora de Madre Mazzarello, Madre Antonia Colombo, que nos ha indicado los caminos para vivir la fidelidad al evangelio y al carisma en estos doce años, en la Iglesia y en el mundo, y en diálogo con nuestro tiempo; ha propuesto la comunión como camino para realizar el sueño de Dios sobre la familia humana; ha abierto caminos audaces para revitalizar en nosotras la pasión del da mihi animas cetera tolle. Su rico magisterio salesiano sigue a acompañándonos.

Un gracias a todas vosotras, queridas hermanas, que me habéis acogido en la fe y en el amor. Me habéis acogido enseguida en vuestro corazón. Querría agradecer, en particular, a las hermanas ancianas y enfermas, ya que, ellas como centinelas, han velado, rezado y ofrecido.
Estoy agradecida a las hermanas jóvenes en formación de nuestra Familia religiosa, que se han hecho presentes de muchas maneras.

Gracias a las comunidades educativas, a partir de las jóvenes y de los jóvenes que son el motivo central de nuestra misión educativa. Una misión que cada vez más deseamos realizar juntos, en comunión, también como testimonio de un modo de vivir otra alternativa a la realidad actual.

La expresión de gratitud va dirigida también al Rector Mayor que en estos días nos acompañado de modo particular y lo hemos sentido Padre y Centro de unidad de toda la Familia Salesiana. En él deseo agradecer al Vicario general - con el que he compartido mucho en este sexenio – y a los otros Consejeros SDB.
Expreso igualmente mi agradecimiento a las Antiguas Alumnas y Antiguos Alumnos, a los Salesianos Cooperadores y a todos los grupos de la Familia Salesiana.

Cuento con la oración de todos, con la fuerza de la comunión y con el deseo de testimoniar juntos el amor de Dios en un mundo que tiene de ello mucha necesidad.

Roma, 29 de octubre de 2008

Sor Yvonne Reungoat

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